El hada cansada

Era uno de esos días horribles que no dejaba de llover y que mi actitud de emo renegado me sobrepasaba. Esa tarde fría me trajo recuerdos de cuando era pequeño. En mis años más tiernos recuerdo que los niños de la escuela me molestaban a diario y siempre que se iban ya cansados de fastidiarme decian: "Marcelo que raro eres eh... con una risita algo tonta al final". 

Por supuesto que yo no era un niño como aquellos que me molestaban, era sumamente retraído y me costaba trabajo entablar conversaciones con mis "pares". A su parecer hablaba diferente, me vestía diferente y me comportaba diferente, y eso en la escuela es un pecado mortal por el que uno es juzgado a diario, bajo las leyes de los niños bulling, y las penas son impuestas según el estado de ánimo en el que éstos se encuentren. Menos mal que uno no es niño para siempre, y un día cuando por fin dejé atrás mi retraída infancia para convertirme en el retraído y raro adulto que soy ahora, me di cuenta que las cosas no han cambiado mucho. 

Debo aclarar para aquellos que piensan que cuando uno crece todos esos males que te aquejan en la infancia desaparecen, temo decirles que están muy equivocados. Así como hay niños molones, también hay adultos molones que critican todo aquello que les es desconocido e inconscientemente aterrador. 

El día de hoy al salir de mi trabajo, después de lidiar con la larga fila de personas que tenían que realizar un trámite en una de las muchas  oficinas de gobierno y que para mi mala fortuna eligieron en la que trabajo yo,  me dirigí a casa con el único propósito de despejar mi mente del barullo que me acompañó en el día. 

Una vez en casa me di cuenta que mi objetivo de descansar no se iba a concretar. Resulta que mi vecina compró un perro, ella muy orgullosa y con su cara esbozando una gran sonrisa me dijo hace un par de días: "¿Marcelo como has estado? Tengo que enseñarte a Poncho, a poco no es lindo mi Ponchito? Es un perrito salchicha encantador, ya verás que ni se notará que anda por aquí. En la veterinaria me dijeron que estos perros son de carácter dócil y sumamente tranquilos".

Y con esa introducción conocí al famoso Poncho, el perro más escandaloso que jamás conocí. En cuanto alguien pasaba frente a la casa de mi vecina no dejaba de ladrar y como era de esperarse mi vecina lo sacaba al patio trasero cada vez que éste ladraba, en el patio trasero Poncho ladraba por horas y horas a cualquier bicho que se le cruzara en frente, y como han de suponer los patios traseros de nuestras casas los dividía solo un pequeño muro de poco más de un metro. 

¡Estaba frito! Poncho me estaba poniendo los nervios de punta. Había ideado 10 formas diferentes de deshacerme del perro y que pareciera un accidente, cuando planeaba  la forma número 11 de deshacerme de él  me pareció que mi cabeza estaba siendo víctima del cansancio y los ladridos taladrantes  y que no era conveniente “desaparecer” al can. Decidí entonces salir a un bar. Me di un baño, me arreglé rápidamente y me puse en marcha hacia el único bar cercano que conocía. Una vez en el bar, me acomodé en un rincón poco iluminado y entumecí mis ideas con un whisky y un poco de música de fondo que se colaba en mí. En ese momento describiría mi interior como sereno. No necesitaba nada más, quería guardar esa sensación y llevarla conmigo.  Pedí un segundo whisky, estaba completamente relajado y tarareaba una melodía que a lo lejos se escuchaba y decía algo así como: 

Porque no tengo a donde ir
Las pequeñas cosas
Que nos conectaban
No las haces más

La canción era bastante boba pero lo suficientemente pegajosa como para estar solitariamente tarareándola en un bar. Era un hecho que me encontraba de un fantástico humor, quise fumar, saqué el paquete de cigarrillos que tenía en el bolso derecho de mi chamarra de mezclilla y el encendedor que me dieron en el intercambio de regalos del año pasado, por supuesto que nada elegante, era una baratija que seguramente compraron en un mercado de cosas gringas. En fin, me dispuse a encender el cigarrillo y al encender la llama me dio la impresión de ver una pequeña figura humana en ella, cerré el encendedor y lo alejé de mí. Después de pensar detenidamente en lo ridículo de mi visión me animé a encender la llama nuevamente. De nuevo una pequeña silueta humana en forma de llama o una llama en forma de silueta humana se sentaba elegantemente en el encendedor. Hice lo que cualquiera hubiera hecho en estos casos, cerrar el encendedor rápidamente y correr despavorido a casa, esto seguramente era producto del alcohol.

En la mañana siguiente desperté todo adolorido en el sillón de la sala. No recordaba cómo es que me había quedado dormido ahí estando la recamara a unos pasos. Era sábado, miré el reloj y pasaban de las 11 de la mañana, mi aspecto era fatal. Me recosté sobre la alfombra con la firme intención de poderme estirar. Caí en cuenta de que era la primera vez que sin estar borracho veía visiones. ¡Nunca más regresaré a ese bar lleno de licor adulterado! Busqué el encendedor, estaba sobre la mesita junto al sofá, estiré la mano y lo acerque hacía mí. Qué risa me dio al recordar el incidente.

Como alguien puede distorsionar la realidad con un poco de alcohol en la sangre, saqué de nuevo un cigarrillo y justo estaba abriendo el encendedor y la pequeña llama con figura humana estiro las piernas y bostezó. No podía creer lo que veía, seguramente quedé afectado con el alcohol adulterado. Lo acerqué hacia mis ojos y vi claramente como la pequeña llamita estiraba los brazos y piernas. Finalmente se puso de pié y claramente me dijo: "Que ganas las tuyas de molestar, trato de encontrar un lugar alejado de todo y de todos y tu no dejas de importunarme, ¡vaya que eres molesto!"

Me quedé sin palabras, pensé en presentarme y disculparme con la llama pero estaba lo suficientemente impresionado para hacerlo. La pequeña mujer salió entonces de la llama y estiró unas enormes alas doradas. "Mi nombre es Isabel, busque un lugar oscuro y alejado de mi mundo ya que tengo el peor trabajo del mundo y me rehusó a continuar con él, así que planeo quedarme en esta baratija tuya que es como la llamas por el resto de mi vida", "claro si no te molesta". La curiosidad me invadía, y me animé a preguntar no sin antes tartamudear varias veces, cual era ese trabajo tan horrible del que huía.

Antes de contestarte esa pregunta te contaré un poco sobre la estructura social de las hadas. Todas fuimos creadas para cumplir con un propósito en mi caso es el administración de sueños. Para cumplir con tal propósito mi trabajo consiste en entrar a los sueños de los humanos y procurar que los mimos no se conviertan en pesadillas.

Es un trabajo sumamente común y no requieres de grandes habilidades para llevarlo a cabo, somos muchas hadas asignadas a ese propósito. Dicen que hace muchos años cientos de años atrás éste era uno de los trabajos más felices para las hadas. Los humanos estaban más llenos de amor y menos llenos de temores y ambiciones oscuras. Un hada paseaba de sueño en sueño siendo la espectadora de hermosas historias de amor y de fantasías en las que muchas veces éramos partícipes. Las pesadillas que evitábamos aparecieran no eran más que temores al rechazo de algún amor o la aparición de seres fantásticos en los que el protagonista del sueño se veía en apuros por acabar con ellos.

Ahora entenderás que cuando digo que estoy cansada de mi trabajo es porque cada vez menos recorro sueños hermosos y mucho menos llenos de amor o fantasía. Los humanos de hoy en día tienen las más horribles pesadillas producto de sus temores y deseos más oscuros, y muchas ocasiones son tan horribles que hacemos que olviden por completo el sueño. Estoy cansada de luchar contra los demonios actuales en los sueños, tristeza, venganza, odio, muerte… solo por mencionarte algunos. Estoy cansada de la indiferencia de los hombres, del fastidio con el que viven día a día. Creo que me han contagiado de su “humanidad”. 

Yo la veía con los ojos sumamente abiertos y no sabía que contestar. Ella me miró y después de un largo suspiro continúo diciendo: “Tú no eres la excepción, he estado en tus sueños muchas veces y en gran medida eres responsable de que haya decidido apropiarme de tu baratija y dejar de trabajar un tiempo”.

Los sueños más tristes los he visto en ti y nunca los pude arreglar, y te los puedo contar si acaso no los recuerdas:


Esto solo por mencionar algunos de los sueños más tristes que he vivido a través de ti.

Le pregunté a Isabel si había algo que pudiera hacer para que regresara a ser un hada de “administración de sueños” y me dijo que la única forma en la que ella saldría de la baratija era teniendo sueños felices.

Pasaron 2 años desde que Isabel se mudó a mi encendedor. Desde que la pequeña hada se hizo presente mi vida es más feliz, a diario tengo sueños hermosos donde vivo tórridos romances con princesas de cuentos de hadas, o soy el protagonista de batallas y aventuras de la edad media. La pequeña luz que mantengo cerca ha hecho que inclusive me agrade mi trabajo y que el perro de mi vecina me parezca “bonito”. Sin embargo de vez en cuando que me pregunta Isabel sobre mis sueños le digo cabizbajo que no lo recuerdo o que fueron horribles pesadillas que no le puedo contar.  Ella lo cree o al menos finge que lo hace y entonces se sienta elegantemente en la orilla del encendedor y me cuenta historias  y anécdotas de las hadas con la intención de que mi vida sea menos gris. 

Yo la observo y con atención escucho sus historias las cuales no dejan de sorprenderme. Así es feliz la pequeña llama y yo soy feliz de que siga aquí.



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