Del otro lado del espejo



Un chico común, en una ciudad común con el trabajo más común del mundo: vendedor de seguros. Su nombre Juan José, dueño de un carro con más años que su perro y de un montón de deudas que nunca acabara de pagar. 

Cualquiera pudiera encontrar lastimera su vida, sin embargo Juan José era feliz de 9 a 12 cuando se encontraba en la oficina, la razón de su sonrisa era Elisa la chica de recepción a la cual no se atrevía ni a dirigirle la mirada, simplemente estar cerca de ella lo hacía feliz y con eso se conformaba. 

Así era Juan José, introvertido y ensimismado en sus ideas y sentimientos. Por las tardes después de visitar prospectos (por lo general sin haber concretado una sola venta) se dirigía a su departamento. Se quitaba los zapatos y los dejaba en un rincón junto a la puerta, el saco y la corbata los colgaba meticulosamente en un perchero perfectamente alineado a las baldosas del piso, se lavaba las manos y las secaba con una toalla blanca que colgaba de un aro junto a la puerta del baño, inmediatamente después observaba de reojo su imagen reflejada en el espejo, Juan José nunca miraba su imagen fijamente, tenía miedo de ver mas allá de su rostro, tenía miedo de ver su alma.

Despues de darle de comer a su perro, Juan José suele calentar 4 minutos en el microondas una de las muchas comidas congeladas que compra cada fin de semana. Le gusta comer de pie mientras observa a su perro, al terminar limpia la cocina, se dirige a la sala y se recuesta en el sillón, acto seguido piensa en Elisa un par de horas antes de dormir. Cada día la misma rutina, excepto por ese lunes. Estando Juan José recostado recordó que olvidó cerrar la puerta del baño, un detalle que por nada del mundo dejaría pasar ya que él no soporta ver una puerta entre abierta, tienen que estar totalmente abiertas o cerradas. Se levantó del sillón y se paró frente al baño, una curiosidad intensa lo sobrecargó y decidió echarle un vistazo al espejo.

Cautelosamente miró su reflejo por un momento (de reojo como siempre lo hace), y creyó haber visto algo diferente de lo que siempre acostumbra ver, lo intentó nuevamente, y sintió como su corazón se aceleraba. Esta vez miró fijamente la imagen y vio como el rostro que se reflejaba le dedicaba una misteriosa y algo coqueta sonrisa. Se talló los ojos y lo intentó de nuevo, solo estaba él mismo.

Con más tranquilidad acercó su mano al espejo y tocó timidamente la imagen de su palma en el reflejo, la sensación fue indescriptible, sintió una cálida y suave mano en lugar de un frío cristal. La tranquilidad que antes lo envolvía ahora lo perturbaba y decidió salir de ahí y cerrar la puerta. Se fue a dormir y decidió no pensar más en ello.

Las siguientes semanas transcurrieron de la misma manera que siempre, Juan José casi había olvidado el incidente por completo cuando una tarde escuchó un golpeteo en el cuarto de baño. El leve golpeteo lo incomodaba totalmente, tenía la idea de que una llave abierta estaba goteando y la sensación que eso le producía lo ponía sumamente nervioso. En un reflejo de ansiedad se levantó y se dirigió al cuarto de baño. Sin pensarlo mucho abrió súbitamente la puerta y observó con detenimiento la llave de agua. Pasaron algunos minutos y ni una sola gota salió de aquella llave. Fue entonces que alzo su cara y vio en el espejo su rostro enmarcado por una sonrisa, llevaba otro peinado y definitivamente otra actitud. La imagen reflejada colocó ambas manos en el espejo intentando hacer contacto con Juan José. Aquella imagen se veía tan feliz, tan segura, tan opuesta a él, no podía negarse a tocar esas manos que pertenecían a alguien tan seguro.

Lentamente Juan José acercó sus manos al reflejo y al hacer contacto, la misma sensación de calidez lo embriagó, pero a diferencia de la primera vez, sintió como su cuerpo era absorbido increíblemente rápido por el espejo. En cuestión de 2 segundos se encontraba en la misma posición pero del lado opuesto. Su imagen le guiñó un ojo y se fue.

Juan José quien estaba mentalmente perturbado en ese momento decidió salir del baño y recostarse. Se quedó dormido. Horas después una llamada lo despertó, era Elisa reclamando por haberla dejado plantada. Le recordaba como habían quedado en ir al cine y él no se presentó. Juan José no entendía una palabra de lo que Elisa hablaba y se limitó a pedir disculpas.

No había sido un sueño, ni lo había imaginado. Estaba en el lado del espejo donde su alter ego había conseguido todo lo que él nunca se atrevió a lograr. Sonrío, y malévolamente pensó que su tonto reflejo estaba en un mundo donde solo había deudas y soledad, en cambio él disfrutaría de los logros que siempre soñó tener. Estaba tan extasiado con esta idea que sintió tanto miedo de regresar que lanzó un gordo vaso de cristal contra el espejo haciendo que a éste se le cayera un pedazo. Descansó, no había forma de ver completa una imagen de nuevo en el espejo.

La primer semana luego del cambio todo transcurrió tal como Juan José imaginó que sería su vida. Elisa era su novia y llevaban saliendo 5 años (según sus investigaciones), no había perro en su apartamento y frecuentemente amigos del trabajo lo visitaban. En ese nueva vida no era un simple vendedor, era gerente del área de ventas y ganaba más dinero del que jamás pensó poder gastar. Aparentemente su vida estaba resuelta tal como quería que fuera, pero no contaba con que seguía siendo él mismo en la vida de alguien más.

La primera en notar el cambio fue Elisa, le comentaba que sentía que él ya no la trataba igual y que lo sentía extraño y distante. No fueron suficientes los esfuerzos de Juan José... después de varios meses Elisa terminó su relación con él y renunció al trabajo. Los amigos se fueron uno por uno hasta perder el contacto. En el trabajo su jefe le entregó una pobre evaluación de desempeño de su puesto y  lo cambiaron al área de cuentas por cobrar y meses después a ventas de seguros.  Solo había pasado un año y había convertido una vida genial en la mísera vida que antes llevaba. Estaba deprimido, se recostó en el sillón y justo iba a dormir un poco cuando un golpeteo lo despertó. Era el mismo golpeteo que oyó hace un año. Corrió al baño y vio en el pedazo de espejo que aun estaba pegado a la pared aquella imagen de él mismo que la mostraba una coqueta sonrisa. El reflejo retrocedió un poco, sacó de su bolsillo un sobre blanco y de su interior una invitación mostraba que decía:

Juan José & Elisa, 20 Octubre 
Hotel Intercontinental


Acto seguido el reflejo levanta su mano y le muestra a Juan José una anillo de matrimonio, suelta una carcajada y se va.

Ese día fue la ultima vez que Juan José salió de su departamento, pasaba el día entero viendo por el espejo como transcurría su vida del otro lado con su otro yo.




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