Y te dije adiós
Sábado 11
Julio se encuentra recostado. Al fondo de la habitación se escucha que el ipod toca “twisted nerve”, la versión que silba la maniática y cruel asesina vestida de enfermera en la película de kill bill. Las cortinas siguen cerradas y todo se encuentra en penumbras. El aire apenas respirable pinta de gris la habitación debido a la gran cantidad de humo que han dejado varias cajetillas de cigarros que desde la madrugada empezó a fumar Julio. Cualquiera pensaría que el haber terminado con Ana lo tendría en una depresión tal que lo orillaba a vivir en las sombras, pero no es así, Julio estaba en paz después de años de absoluta obediencia a Ana.
Viernes 10
Eran las 8 de la mañana del 10 de abril, Julio se había levantado desde temprano para ver a Ana antes de llegar a la oficina. Ambos trabajaban en edificios cercanos a unas cuadras del ángel de la independencia. Mientras caminaba por la banqueta llena de trajeados apurados, vendedores ambulantes y uno que otro perro callejero Julio solo podía pensar en Ana y lo contento que se sentía a su lado. Tenía que encontrar algo para hacerla cada día más feliz, mucho más de lo que cualquiera la haya hecho jamás. Ana era una mujer bellísima y entendía perfectamente las exigencias de horario que Julio tenía en su trabajo, por lo que era un preciado tesoro para Julio.
8:30 am, Julio llega al café de la esquina donde Ana lo espera ya, y le pide al mesero dos cafés. Sin cruzar palabras Julio le da un suave beso a Ana en los labios y le hace saber cuánto la quiere. Con la cabeza un poco baja ella alza la mirada de una forma sutil y le dice a Julio sin ningún preámbulo: “Amor, el viernes cumplo 29 años. Llevamos 3 años saliendo y es maravilloso. Me gustaría que lleváramos la relación de una forma más seria” Julio la miraba con los ojos como platos, no sabía exactamente a qué se refería, en sus adentros pensaba que Ana se refería a vivir juntos.
La sola idea de que se Ana deseara mudarse con él lo había dejado helado. Julio amaba el tiempo que pasaba solo, la quietud de su departamento y aunque Ana pasaba ahí casi todo el fin de semana este hecho no le producía incomodidad alguna ya que al irse todo regresaba a su orden natural.
Ana fingía no percatarse de la sonrisa apretada de Julio, le daba un pequeño sorbo a su café y regresaba al tema con sutil insistencia, “Julio sabes que te amo, y estoy segura que tú a mi también, porque no dejar las tonterías de adolescentes y pensar en comprometernos, sabes que mi madre se volvería loca de alegría”. Julio seguía sonriendo, no podía mover un solo músculo de su cara ni siquiera para borrar la sonrisa. No sabía cómo zafarse de tal embrollo así que solo asintió con la cabeza y se llevó la taza de café a los labios, empezó a beber sin percatarse si quiera que no le puso azúcar al café, de cualquier forma aunque la hubiera tenido el sabor de aquel café le seguiría pareciendo amargo, tal como la noticia de que Ana deseaba casarse. Julio terminó apresuradamente su café tomó a Ana de la mano y le dijo “Debo irme ya, luego terminamos de platicar”.
El día transcurrió como cualquier otro, sin embargo la felicidad que horas antes embriagaba a Julio se convertiría ahora en angustia. Julio nunca había pensado en el matrimonio como una posibilidad, le gustaba su vida tal cual era, apacible y serena, disfrutaba cada momento con Ana pero no se veía casado con ella.
11:30 am Julio sale de la acostumbrada junta de los viernes sin haber entendido una palabra de lo que ahí se dijo, quería volver al punto en que antes de ver a Ana estaba completamente feliz. ¿Cómo volver a ese punto? Para Julio responder esta pregunta resultaba imposible. Cada recuerdo del tiempo que había pasado con Ana comenzaba a tener puntos grises. Sin embargo, no quería disgustarla, quizás debería de aceptar el hecho de la posible boda, aunque esto no se asemejaba en nada al futuro que el ya se había trazado, en el cual no estaba casado y mucho menos tendría hijos.
Usualmente a eso de las 3 de la tarde Julio pasaba por Ana para ir a comer pero esta vez no tenía el menor interés de volver a tocar el tema de la “propuesta de boda”, así que lo más sano para su poca estabilidad mental era mandarle un mensaje por celular.
“Tengo algunos pendientes que resolver, platicamos en la noche”
Después de unos minutos Ana contesta:
“No te apures amor, pasaré con mi amiga Claudia a ver vestidos a la tienda de novias de la esquina. Un beso”
La cara de Julio se puso pálida, guardó el celular rápidamente en el cajón del escritorio de una forma que cualquiera que lo haya visto hubiera pensado que algo le estaba quemando las manos. Doña Jovita la señora del aseo lo observaba mientras se reía escondida detrás de una mampara de junto. Al tiempo que comenzaba a sudar un aire gélido le recorrió la espalda, la última vez que sintió lo mismo fue cuando le avisaron que su abuelita Esther había fallecido. Permaneció unos minutos más completamente inmóvil hasta que el timbre de su teléfono le devolvió la cordura. En definitiva no iba a poder concentrarse ese día en el trabajo por lo que Julio se levantó de su escritorio y se dirigió a casa, incusive dejó el celular en su cajón.
Camino a casa iba observando a las parejas en la calle y se preguntaba por que no podía emocionarse por la sugerencia de Ana de unir sus vidas y dejar de ser un personaje obtuso para entrar en el papel del marido responsable con una bella esposa y una casa llena de niños, quizas era cuestión de acostumbrarse a ello, tal vez en algunos años la idea no le parecería tan repulsiva. No tenía el valor para decirle a Ana lo que el pensaba del matrimonio, durante todos estos años él la había complacido en todos sus caprichos y ocurrecias, no sabía como decirle que no. Era evidente que la amaba, pero la idea de vivir juntos hasta que la muerte los separe nunca estuvo dentro de sus planes.
Al entrar en casa, comienza a recorrer habitación por habitación como quien se va a ir de viaje por un largo tiempo y le da el ultimo adiós a sus cosas hasta nuevo aviso. La nostalgia lo invadía, estaba seguro que ni su vida ni su hogar volverían a ser esa cómoda y reservada guarida del mundo exterior, dentro de poco se convertiría en el punto de encuentro de tontas reuniones sociales y después el bullicio de pequeñas criaturas acabarían por enterrar la paz que siempre reino ahi. No importa, la desición estaba tomada, no contrariaría a Ana en este gran paso, si ella deseaba casarse él estaba dispuesto a darle gusto, una vez más.
Se recuesta un momento en el sofá dela sala y en cuestión de minutos se queda dormido, el estress de la noticia lo tenía agotado, por lo que no opuso resistencia alguna ante el cansancio.
Seguramente eran cerca de las 12 de la noche cuando el timbre del teléfono lo despertó. Aún medio dormido levanta el auricular y contesta:
"Bueno"
La voz de una mujer histérica le dice:
"Julio, soy Claudia. llevo toda la noche llamandote. Ana sufrió un accidente terrible. ¡La mataron Julio!.
Julio permaneció en silencio, dudó por un momento que estuviera despierto. La voz en el teléfono seguia gritando a lo que solo entendía pedazos, que si la habían asaltado saliendo de la tienda de novias, que se resistió, que le dispararon, que estuvo horas en el hospital agonizando, que si el celular no contestaba... todo pasaba como en camara lenta. Sintió como una lágrima rodó por su mejilla y colgó el teléfono. Se sentó en el sillón nuevamente, la luz permanecía apagada, estiro el brazo para alcanzar su ipod y sacó del cajón de la mesita de junto una cajetilla de cigarros que a escondidas de Ana fumaba de vez en cuando. encendió un cigarro y lentamente lo disfrutó.
Fin
Ariadna Alonso
Comentarios
wena historiaaa ;)
ariadnaaaaaaa
oseaa en pocas palabras
el julio se puso felise porke
la anita se murio..digo no felice lo que se dice felice pero digoo..ya no tiene que casarse :/
te la bañass..
esta chidaaa
TE AMO!!! como cochino! besos . (Lizzie)
Titiritera, jaja. Te quiero.
Eres una cruel, jajaja
Te felicito es un cuento excelente!!!
tqm tu Mamy