Cuidado asaltantes...

En esta historia(real) llamemos “Edgar” a nuestro protagonista. Edgar era conocido por su flojera ante la vida y desinterés cada vez más marcado a las cosas que alguna vez le gustaran. Ahora con poco mas de 20 años Edgar se encierra en sus pensamientos y no deja entrar ahí a nadie. Sus amigos se han acostumbrado a su forma de ser y en su casa es evidente que algo raro le está pasando.

En el trabajo las cosas se ponían difíciles de sobrellevar y las voces que oía no respetaban el horario laboral. A sus amigos de la oficina les contaba como en la noche tenía que cortarse los brazos por que quería sacarse la sangre ya que una voz le decía que tenía que limpiársela.

En su casa su familia ya muy preocupada, llevan a Edgar con médicos, psicólogos, psiquiatras y el diagnóstico es: Esquizofrenia.

Hasta aquí todo continúa similar, su vida, las voces y el desaliento. Pero con forme pasa el tiempo Edgar ya no quiere vivir y se le mete la loca idea de ponerle fin a su pesadilla.

Una noche que Edgar caminaba bajo la luz de la luna llega por detrás un muchacho escondiendo una pistola o quizás un cuchillo, no era muy claro distinguir que objeto era, sin embargo las palabras que salían de su boca si que lo eran: “Dame todo lo que tengas o aquí te tumbo”.

Música para los oídos de Edgar, pensó “yo me quiero morir y este wey me quiere matar, excelente”, su cara se iluminó con una mueca que intentaba ser sonrisa, sus ojos de loco brillaban, por que seamos sinceros Edgar tiene ojos de loco. Se voltea y encara al asaltante y con este aspecto casi macabro le dice primero suave “ok, pero ya, ahorita”, el asaltante se pasmó, claro que no esperaba esa respuesta.

Edgar comenzaba a desesperarse, por fin alguien iba a acabar con su agonía y ahora se retractaba, eso no podía quedarse así. Le empezó a gritar: “Hazlo ya! Ahoríta, mátame ya, que esperas imbecil !” El asaltante retrocedió ya que la forma en que la luna iluminaba esa cara de loco y su expresión desencajada lo alarmaba enormemente al punto de no saber que hacer. Acto seguido Edgar enloquece y desquita sus frustraciones, coraje, miedos y angustias con el ahora tirado en el piso asaltante.

Nadie sabe con exactitud cuantas veces lo golpeo con sus manos o las veces en que tirado en el suelo fue pateado, ni siquiera le dio oportunidad una vez en el piso, de intentar defenderse ya que de los golpes lo dejó inconciente.

Edgar se retiró del lugar triste y más deprimido aún ya que el asaltante no cumplió con la parte del trato “tumbarlo” y frustrado lo dejo ahí tirado mientras trataba de alejar a “las voces” que nuevamente le decían que tenía que limpiarse la sangre ya que estaba sucia.